Un vistazo a un mapa topográfico de cualquier territorio nos permite distinguir las grandes unidades de relieve o fisiográficas que lo conforman. Todas ellas son el resultado de los procesos geológicos que han actuado en ese sector de nuestro planeta. Son la consecuencia de una historia geológica particular.
En general, el origen de las principales estructuras del relieve suele estar influido por los procesos tectónicos. En las zonas emergidas, la tectónica de placas, el flujo térmico y los reajustes isostáticos son los responsables de la formación y la arquitectura de las cordilleras, los macizos, los sistemas montañosos, las depresiones... Los procesos geomorfológicos externos, en cambio, son los causantes de las formas de modelado más superficial que caracterizan un paisaje.
Cuando alguien quiere hacer una aproximación al conocimiento geológico de un lugar para observar en detalle los afloramientos, las estructuras, las formas o los procesos activos, es fundamental situarlos en el contexto de la unidad de relieve en la que se encuentran y de la secuencia de episodios que la han originado.